sábado, 20 de septiembre de 2014 0 comentarios

Un mundo ausente

Cuando vuelvo a pasar por esas calles, solo siento la ausencia. No veo nada más que tu ausencia. Poco importa que el paisaje sea tan hermoso como siempre, que el atardecer ilumine con sus últimas fuerzas mis ojos y brillen en un ámbar ennegrecido. La naturaleza no ha sabido confortar tu pérdida y aún cuando sigo escribiendo, aún noto que vienes por detrás, me acaricias el pelo y te vas. Solo que sé que no estás, o peor, que no volverás, que es imposible que vuelvas.

Durante años me he preguntado por la muerte. Ahora que la tengo tan cerca, me pregunto más por la vida. Por esa vida que me devuelve los recuerdos, las miradas en las fotografías, tu voz en los vídeos. Nos pasamos el tiempo guardando la memoria para que después nos torture con su nostalgia. Con el tiempo pasado hemos creado una historia que nos hace llorar en nuestro presente desgraciado y que viene a ensombrecer los días venideros.


No sé qué es estar sin ti, porque allá donde miro, tú me miras. Sigues sonriendo eternamente. Y yo estoy aquí, solo, frente al tiempo taciturno, que me dejó las horas hastías de un mundo ausente.
domingo, 14 de septiembre de 2014 0 comentarios

En la realidad de nuestra memoria

Cuando volví a abrir los ojos, contemplé con asombro que todo seguía allí: la litera con su escalera blanca, el armario alto, el escritorio con libros de texto, el cuarto de baño, con su pequeña bañera con mampara, incluso algunos juguetes de plástico dentro de un cubo. El largo pasillo, el dormitorio cerrado de mis padres y un salón decorado con un abanico de grandes dimensiones y una mesa cuadrada con taburetes negros debajo del cristal. Una barra americana mostraba tras de sí la cocina, aunque mis ojos no llegaban a vislumbrarla. En fin, aquella era la casa de mi infancia. Y yo tan solo era un niño. De nuevo. Aunque no lo supiera.


No, no lo sabía. Solo vivía mi vida de niño, lo que eran aquellas cuentas difíciles, algún libro de clase, en la televisión echaban dibujos y yo reía o me quedaba quieto, pendiente de la pantalla. Cuando anocheció, cuando aquella noche me quedé mirando la cama encima de mi cabeza, aquella cama sin nadie en su interior, tan solo repleta de peluches, aquella cama a la que me daba miedo subir, tan solo entonces cerré los ojos y empecé a soñar.

Al despertarme al lado de mi novia, sonreí. Lejos de aquella casa, lejos de aquella vida, lejos de cualquier recuerdo.

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